Falsa propaganda pagada, no presiona a AMLO



Un lector de Federico Arreola escribió comentario muy representativo en su columna, sobre lo que ha sucedido desde que, ante los ojos y oídos de México, sin ninguna vergüenza sino desfachatez y soltura, los conocidos como poderes fácticos, entre ellos la banca y los empresarios, han emprendido un rabioso embate con pronóstico de terribles tragedias que caerían sobre la nación si cancelaran las obras de Texcoco. Expresó al calce el lector: “Había permanecido confundido sin saber qué opción escoger, hasta que comencé a ver la guerra de terror que ordenaron ejecutar a los medios masivos y ahí supe que tenía que votar por Santa Lucía”. ¿Le está saliendo el tiro por la culata a la falsa propaganda pagada?

Igual ha pasado con muchos ciudadanos que antes no habían entendido ambas viabilidades o conveniencias, y ahora al observar la gente la guerra mediática de los poderosos contrarrestando con terror por radio y TV, se dan cuenta que los beneficiados de las obras en Texcoco actúan sin escrúpulos, intentando imponerse con lo de siempre, su dinero.  Y con ello incitan al pueblo a votar en su contra por Santa Lucía.

Por el aeropuerto de Santa Lucía, dada la falsa divulgación de amenaza de desplome, la malandrina campaña para provocar miedo masivo, calumnias que vuelvo a repetir, ya hemos vivido y no hemos dejado de advertir porque el cinismo suele no tener límite.

Tan ridícula como ametrallada se ha tornado la guerra sucia que clama lo falso como hecho, que nos impide quitar el dedo del renglón. Son muy evidentes sus ataques ante la percepción ciudadana. Hasta movilizaron los grupos inversionistas del controversial aeropuerto en Texcoco a la aviación extranjera para interceder a su favor, el colmo.

La presión aprieta de manera extrema ante la llegada mañana del ejercicio de la consulta ciudadana y cuál será la opción que seleccionará la mayoría de la gente que participe. Pero si alguien es experto en aguantar ese tipo de presión de parte de los dueños del dinero, es AMLO. Se hará lo que decida la ciudadanía que ejerció su derecho a opinar. 

Un primer ejercicio de determinación civil, nada más. Ninguna tragedia como lo pregonan si la decisión fuese Santa Lucía y no Texcoco. La vida pública continuará su curso de una manera u otra, habrá cientos de decisiones más por venir que se irán concretando, para bien, con el definitivo cambio de timón hacia el buen alumbramiento de la auténtica democracia.

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